La Navidad

Suenan las campanas espirituales esta noche de cristiandad, y todos nos reunimos para reconocer a Dios como nuestro creador. Nuestro hermano mayor, Hipólito, convocaba a los hermanos menores y a sus hijos. Nos abrazábamos y pedíamos bendiciones al Señor. Sacaba debajo de la mesa una bolsa negra y decía, para Segundo, para Juan, para Carmen, para Peco, para Camucha. Había tanto amor en sus palabras y mucha alegría para dar los pequeños regalos, que nunca tuvimos en nuestra infancia.

Con el tiempo, tuvimos que estudiar y aprender una profesión para ganarnos la vida. Segundo se fue a Huaraz a trabajar en la Universidad, y tuvo que hacer su doctorado por exigencias académicas, se hizo conocido y es un respetable docente que goza de prestigio y afecto en esa fría ciudad, la literatura era su pasión. Las noches tardes y madrugadas en las que yo tornaba a casa, con una guitarra en la mano derecha y un cajón en la mano izquierda, siempre lo encontré estudiando. Bebido y alegre lo desafiaba, que si uno destacaba, ya no había calles para que pusieran nuestros nombres. Nunca se molestó, me abrazaba y decía vamos Juancito para que descanses.

Fue mi protector por mucho tiempo, compartía su sueldo, más de la cuenta, conmigo, nunca me reclamó, asi pude culminar la Universidad. Camucha es docente de inicial, Peco es un prominente abogado, todos estudiosos, porque aprendimos a la fuerza la dedicación al estudio, el esfuerzo y sacrificio, impartido por nuestro hermano mayor.

Nuestro saludo a todos en esta fiesta navideña, y que el próximo año sea mejor que los anteriores, recuerden que todo está en nuestra mnte y somos lo que nos proponemos ser. Un abrazo para todos.

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