Escritura vital y esperanza

Escritura vital y esperanza


Huella de Agonía, (Papel de Viento, Trujillo 2016), último poemario de Wellington Castillo Sánchez, destaca por su escritura vital, la poesía es vida, esperanza y contradicción. Es un homenaje a las personas que avizoraron mejor existencia terrenal, dejando la estancia para viajar al valle azucarero bonito y a la ciudad atractiva y de sorpresa.

Es un canto al ser humano y de pensamiento filosófico  para mirarnos hacia adentro, fortalecer el corazón, abrigarlo y continuar aunque la desazón interfiera el ideal; consolándonos con los recuerdos del ayer y la tierra amada, reiniciando la lucha hasta alcanzar el cielo del triunfo.

Por eso el autor expresa “… segundo a segundo a espaldas partidas y densos sudores/ libertad para elegir caminos cercados sin destino/ cerviz soflamada por castigos y desilusiones/ su cartilla de escaso alfabeto/ Y arriba el Padre/ el dolor abajo / Allá abrumado destino/ en su pecho anhelo crucificado de macizar la vida.”(págs. 38 y 39)

También se aprecia lo trashumante del ser, que se refleja en El Éxodo, bajo la canción popular andina que dice: Hoy estoy aquí, mañana ya no, pasado mañana por dónde estaré. Y el poema que refiere: “entonces/ enjugando, entibiando su heridas, eleváronse en sus rodillas y penetrando incertidumbres buscaron salir de la niebla”. (pág. 36).

Pero significa más: sobrevivencia, fortaleza e ideales, enmarcados en la migración del ande a la costa para alcanzar un mejor estilo de vida. Un proceso de simbiosis y endoculturación conforme denominan los antropólogos sociales. Entonces para alcanzar un mejor status hay que laborar duro, sacrificarse, identificarse con la nueva comunidad hasta alcanzar el objetivo personal y social.

Si bien hay encanto, dulzura, afecto y perfeccionamiento en la escritura de Wellington, se debe a la concatenación y la fuerza expresiva de la realidad social, representada por aquel hombre y nujer de la tierra que lucha por una propuesta más fraterna de la familia y un sentimiento más cercano a la felicidad, codificada acertadamente por el autor. Retomemos los versos:

"Entonces enjugando, entibiando sus heridas" , conlleva a preguntarnos: ¿Quién entibia sus heridas? y la respuesta está dirigda a las personas que pasan circunstancias difíciles y dolorosas pero que no se amilanan y soportan con estoicismo el breve momento adverso porque intuyen que en cualquier momento el sinsabor, como dice Vallejo, cambiará.

El complemento es preciso, razonado y muy bien encuadrado: "Eleváronse en sus rodillas" . o sea aún con pesar y dolor debemos continuar por la ruta trazada por eso hemos dejado el lar amado; sin embargo, nadie garantiza  la mayor comodidad de la vida y por eso el siguiente paso es entrar al círculo o al terreno de la claridad, la inteligencia.

Y el aeda expresa: "Penetrando incertidumbres", o sea el ser o no ser ante el designio de la existencia, del que indagaba Shakespeare. Motivación para una decisión positiva. Y convencido, concluye: "Buscaron salir de la niebla", ¿para qué? para dejar la oscuridad blanca, la ceguera neutra y pasar a la vivencia de la lucidez, plena y satisfactoria. 

Esta exposición de migración-lucha-esperanza-felicidad, tiene profundidad filosófica y alcanza la categoría de "poesía trascendental", sustentada por Federico Schlegel: la poesía entra en contacto con la filosofía, abarca todo con tal que sea poético y potencia continuamente la reflexión poética (Schlegel,1983).

Y como agrega el crítico Segundo Castro García, "en otros términos, poesía y filosofía van juntas, aunque cada una posee su propia identidad: la poesía crea, la filosofía piensa. (Revista Académica UNASAM, julio-diciembre 2015).

La revisión constante del contenido y la hondura de la reflexión, determinaron un  buen manejo del lenguaje que distingue al libro: breve, sencillo y exacto, propicia en la inventiva, tema, y estilo. Transmite cada paisaje humano similar al mundo  de  Federico García Lorca, de verso limpio, lírico y tan sentido.
Santiaguino Wellington también tiene influencia de su paisano César Vallejo en el modo del habla: suelta, simbólica y popular como lo reconocen el catedrático Alberto Moya y el editor Alejando Benavides. Y nos remonta a Casa Hacienda de Gonzalo Espino, emparentada con la intrahistoria a decir del experimentado crítico José Huamán Delgado.


La portada es del reconocido Luis Alarcón, ya en la madurez del arte: una pareja difuminándose, encarnando los recuerdos en el tiempo y el espacio. El autor reconoce el aporte de Ramiro, Arturo, Juan Paredes, y Adolfo Asmat, por las sugerencias e ilustraciones interiores, hermanos de la Asociación “América Viva”, como debe ser.

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