Los Vientos Diferentes de Alberto Alarcón

                            

 La inventiva de Alberto Alarcón (Talara 1949), usa figuras literarias, imaginación vigorosa, clima cálido y extraño, sus personajes expresan decires regionales y asombrosos, dentro del universo mágico religioso, cuya figura más visible es Gabriel García Márquez (+).

En Cien Años de Soledad, las casas de un pueblo habían sido construidas de tal manera, que a la hora que salía el sol, a todos les daba por igual. En la obra de Alarcón, encontramos que se jugaba un alegre partido de fútbol pero contra el viento, y ganaba el viento dos a cero.

Nos referimos al libro La Leyenda del chuque y otros cuentos, que se abre con El viento de Porculla, lugar  en que “por las tardes  cuando el aire está limpio, el sol dora las cumbres de las montañas y las nubes parecen grandes pacas de un algodón refulgente que se puede tocar” (pág. 3).

El tema es el aire fuerte y desmedido, que obliga a los moradores y visitantes a tomar las providencias del caso, para evitar algún percance. “Me arrebató una toalla grande, que llevaba puesta como bufanda, unos campesinos de Cañaris, lo han visto pasar volando a Juanjuí” (pág.4).

Para oponerse a las contrariedades de la atmósfera, en El Limón y El Cuello, los agricultores aseguraban sus casas atándolas a la tierra, a fin de protegerse y no ser víctimas de posibles disturbios, cosa natural porque el soplo del viento era inusual y extraño, incomprensible pero era normal.

De modo que se debería estar preparados, por si acaso, “En agosto pasado, la casa de Teodomira Talledo pasó por el aire desde El Cuello y fue a dar veinte kilómetros más abajo donde cayó felizmente sin hacerse daño. Ahora los viajeros lo usan como un pequeño tambo” (pág.5).

En otra ocasión, el viento, no dejaba caminar de manera habitual a los viajeros, y con los lugareños tenían que rampar para cumplir su cometido; en los centros educativos, se aseguraban todas las ventanas porque el soplo era tan veloz que podría mezclar a los alumnos con las carpetas.

Y en donde se volteó un camión con limones, el viento jugaba con los limones, similar a las canicas de los niños, los lanzaba de pico en pico y los regresaba. “Por las noches, los limones se aliaban con los gatos hacían resonar los techos, tocaban las puertas como si fueran personas” (pág. 6).

En Las Barbas del subprefecto, se pone en evidencia el alcoholismo y el gusto por la música; el cultivo del verso satírico como las cumananas de Piura, similar a las coplas de Cajamarca, en fechas de carnaval, celebrada con mucho fervor y alegría, movilizando incluso a personas del exterior.

Todas las mujeres tienen, todas las mujeres, tienen arriba dos limones y más abajo la cueva de los leones, dicen los cajachos; mientras que los churres: Todas las mujeres tienen/ en el ombligo un defecto/ y más abajito tienen/ las barbas del subprefecto (pág. 14).

Y en La leyenda del chuque, los personajes del imaginario popular, se refieren al incesto, y el regreso de la muerte, al maligno. Así de una nieta sin esposo conocido,…” la gente del pueblo murmuró que ella y su abuelo eran minchulayes; es decir que tenían relaciones incestuosas” (pág. 15).

El chuque es un vegetal maligno. “La estaca rodó hasta el fondo de la ribera, donde quedó atrancada en unas piedras. De ella se dice, brotó el árbol del chuque, cuyo interior contiene el espíritu del Diablo, espíritu que habita en las “shangas”, esos gusanos de tan horrible apariencia” (pág 18).

Los jóvenes también son partícipes de la tradición oral, y las leyendas, los mitos, crecen y evolucionan, en diversas lugares; en Laredo el escritor Agustín Carlos Alva Bazán, recuerda El Ahogado, El LInternudo, el gamonal que vendió su alma al diablo, que circulan en las mentes rurales y urbanas.

El libro es el número tres del Plan Lector Popular, Triskel Editores de Paolo Zavaleta Sánchez, Trujillo 2020; selección Carlos Santa María Ruiz; dirección gráfica, Óscar Alarcón Prieto y diagramación, Carlos Morán. Dios mediante, comentaremos los demás textos, que son veinte de la colección.