La Orilla Romántica de Gerson Ramírez
La orilla romántica de
Gerson Ramírez Ávila
El tiempo,
que todo lo sabe, es testigo de la versatilidad alcanzada por el escritor,
Gerson Ramírez Ávila (Laredo, 1970), en una de sus vertientes: la narrativa.
Dota a sus personajes de sicología típica, en una atmósfera humana, que parece
irrealizable en los actos cotidianos; pero que luego se atemperan, cristalizan
en felicidad.
Y otra vez
se esfuman; recobran su normalidad cotidiana. Acaso, como si nada, hubiera
pasado pero queda como experiencia, acumulada en el alma, que se nutre –para
bien o para mal- en los calendarios de la vida, mirando tal vez, los días
venideros con más sosiego o la advertencia del caso; juego aprendido en el
afecto literario.
Hemos
releído con agrado, La Otra Orilla, que
habla del enamoramiento, el amor consumado y también culminado entre Leonardo,
ya maduro de cuarenta años e Isabel, de tiernos y coloridos 22 almanaques. Laboraban
en una ferretería, al cabo de dos años de verse a diario, se enamoran y tienen
romance feliz; pero culmina.
Él, a su
edad ya tenía desánimo enamorarse; sin embargo, siempre hay una esperanza, una
ventanita de luz que a un puede animarlo. “Y ya con los 40 años a la vuelta de
la esquina estaba convencido de que la felicidad era una puerta que Dios le
había cerrado en las narices antes de tiempo. Pero una tarde conoció a Isabel”
(pág. 173).
Con los días
acrecentó el reojo y su cariño; y pensaba conquistar a Isabel, aunque estaba en
la otra orilla, se decidió “… casi exánime, dejó caer en la turbulencia de la corriente
su anzuelo mohoso de pescador bisoño: ¿Me acompañarías uno de estos días a
pasear por ahí?” (pág. 174). No recibió respuesta mediata, tampoco inmediata.
Y se
encontraron de noche, en la ferretería, ella la invitó a quedarse. “Se escondió
detrás de los armarios para que él adivinara el color de su ropa interior,
mientras se desnudaba. Después se tendieron detrás del mostrador. Ella no era
virgen, pero sus 22 años bastaron para que lo desollara a pausas como a un
triste becerro” (pág.175)
Después,
todo fue felicidad, alegría y jolgorio, en Huanchaco degustaron diversos
potajes, los tradicionales picarones y la conocida mazamorra morada; se besaban
a vista y paciencia de la gente; es que el encantamiento y la magia llegaron.
No faltó la comida china, y como era verano, la abundancia de barquillos y
cremoladas.
“Él se
convirtió en Leo y ella en Chavi. En esos amoríos no faltaron lágrimas,
pellizcos, puñetazos ni celos; sin embargo, supieron ahogar a tiempo estos
desmanes en las artes lúdicas e innombrables de la cama” (pág. 174). Al medio
año, se quebró el romance. Ella le gritó imbécil, en la boletería del cine; y
él le susurró al oído, que era una andorra.
Acabado lo
fantástico, volvieron a su realidad cotidiana en la empresa, lejos de los
paseítos y la gastronomía, distanciados de la belleza del mar; Leonardo en su propio
extremo. Siente que sin ella, ya no será el mismo. “Isabel y yo seremos como
dos barcos navegando en el mismo mar, pero jamás podremos encontrarnos” (pág.
176).
Esta
creación ha sido considerada en Relatos Selectos Escritores y escritoras de La
Libertad. Selección de Carlos Luis Pérez Urrutia y Edgard David Navarrete
Corvera; abril 2021, Papel de Viento Editores y Revuelta Editores. Comprende 14
autores: Eliana Del Campo. Víctor López, Yen Yi, Ricardo Vera, María Cueva,
Alfieri Díaz, Andra Fernández.
También, David
Salvatierra, Luz Pérez, Enrique Carbajal, Karina Bocanegra, Robert Jara,
Maricielo Novoa y Gerson Ramírez. El texto comentado, se publicó en diversos
medios, originalmente, en Cenaremos en Madrid y otros cuentos,
Ornitorrinco Editores, Lima 2009.
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