Soliloquio del Cuarto Oscuro: Consagración intensa al amor

 Hacia el 2014, escribíamos: En las formas literarias, señalaba Roland Barthes, palpita de manera ineludible la historia;  mucho, la acerca, corrobora.  Lo recuerda Camilo Fernández.

 Y es historia de la vida,  sus extensiones, visión de la  sociedad y su pálpito, y es amor desmedido, el libro “Retratos de Mediodía” de Luis Cabrera Vigo.

 Creado en la inteligencia de su juventud, sabiduría que se incrementará en la madurez de la existencia terrenal, en la edad de la razón, como quería Sartre.

 Ahora en el 2023, comprobamos, que estuvimos en lo cierto, en la verdad.  

Soliloquio del Cuarto Oscuro, (Casa Nuestra Editores, 47 pp. Trujillo, 2023) de  Luis Cabrera Vigo (Trujillo, 1972), que nos aboca hoy; en efecto, es un texto de mucha concentración, bien meditado, sesudamente escrito, con la pasión única,  y el mucho respeto que los autores sienten por la escritura.

El volumen,  traduce el deseo persistente, contumaz y anhelado del amor.

La presencia femenina, motiva una catarsis en el relator, para entenderse así mismo, como persona gregaria, y asimilar la transformación, el cambio del mundo, de la sociedad.

Deja la posibilidad inquieta y abierta del in continuum, sabiéndose amado y contento, esperando la nueva mirada de la amada. También, sugiere, una tabla de salvación, para quienes sufren hambre, muerte y desigualdad.

De clima cálido e intenso, el libro, tiene la sabia virtud de mantener el interés de  la historia, de comienzo a fin, mediante un lenguaje puro, elevado con imágenes sentidas y poéticas, que ponderan el discurso atractivo.

 El título, alude a un monólogo íntimo, propio y particular, pensado en voz alta, producto psicológico del ansia romántica, cuyo proceso se enriquece con el pensamiento, y la ternura diversa del narrador poético.


El escenario, es aquel espacio pequeño, de los viejos fotógrafos, constaba de ampliadora, para crecer las fotos, una luz roja a medias, papel y material químico para las soluciones del revelado. Ese era el cuarto oscuro.

Así se detalla: “En espera mental habito este reducto. A lo ancho de lo oscuro, en el reino sin tiempo, en este paraíso desde donde te voy imaginando. Con el incontrolable deseo de anular, atrapar…” (pág. 13).

Crece el afecto, con la sola presencia de la damisela, sin interesar las circunstancias:

“Cuando apareces recién salida de la ducha o del fango y los arenales, sea como sea, algo en mí salta, se alboroza, y mi alegría no tiene límites: va más allá de estas cuatro paredes, techo y piso…” (pág. 15).

Pero junto a la confianza, aparece la desilusión, situación propia de un estado emocional enamorado, cuya duda es natural, uno se torna muy sensible; tal vez, creemos que ella está en compañía de otro, y nos posterga:

Nada indica que has escuchado mi voz. Entras y sales como siempre, ignorando mi presencia. No sé qué pensar. Has abierto la puerta y mi corazón (…) ha detenido por un instante sus latidos. Espero, inútilmente, algo que no llega. Tal vez un beso en una de mis caras…” (pág. 18).

Sin embargo, el afecto, se adueña de su persona, del sí, y se reanima, elucubra a cada instante, de manera desesperada, incomparable. El cariño aumenta:

Es extraño como siento todo esto, como la palabra me atrapa y te describo sobre parajes que no he visto y sin embargo conozco. Que al verte sobre el pico más alto de pronto veo tu figura sobre canoas, cruzando aguas turbulentas y cielos verdes (…) mi corazón es un puño cerrado. (pág. 25).

El éxtasis, el momento supremo, asciende y aumenta en el camino, leemos:

Cierra los ojos y verás que estás ahí, que tú lo eres todo... el viento que bosteza, la brisa que golpea, el rumor que viaja, el destello huidizo, la ola traviesa... Tus ojos ya no están a la altura de los míos. Tus líneas de mujer y todo tu cuerpo crecen. La sensación de vértigo me invade, el mundo es un embudo por donde mi materia se diluye en segundos…” (pág. 28).

Empero, la presencia femenina, también es una motivación, para regresar a la realidad sentida, vivida y valorada en la dimensión humana, en el universo evolutivo, y por donde transitó el relator:

“Tu presencia logró que despertara de mi letargo. Te divisé una tarde en una esquina, eras igual a la mujer que tanto amé antes de abandonar a los míos, y cuya desaparición provocó mi partida del reino.  (pág. 43).

Lo que se complementa, con el siguiente escrito:

“La reina de un país a la que una vez hube de postrarme de rodillas, al correr de los años estuvo en la misma hilera donde un grupo de parias pedían comida. ¿Cómo puede ser tan cambiante el mundo?, me pregunté en esos días, pero era claro qué si el mismo planeta daba vueltas, ¿por qué los reyes no podían descender hasta ser esclavos y los hombres que se arrastran ahora, mañana pueden besar el cielo? (pág. 41 y 42).

El dolor, sufrimiento y hambre, es sugerido de manera breve, conforme el siguiente texto:

“Retrata a los niños sin ropa y sin pan; a las madres sin voz; perenniza los ríos de sangre y huesos que chocan contra la vida que flota, contra el viento que aúlla, contra la montaña que avizora futuros. Copia miles de rostros sobre cuerpos que corren, saltan, tropiezan, caen, se levantan, lloran y gimen de dolor; (pág. 23)

 

Al final, se percibe la sensación del continuum, y  la mirada de regreso de la damisela, conforme se colige en el siguiente párrafo:

He tratado por todos los medios de que sepas quién soy, y creo que ya lo sabes. Acabas de llegar, estás descalza, sólo una tela de seda azul cubre tu cuerpo y has iniciado el ritual que me convocará a tu presencia. Espero, espero tu llamado”. (pág. 44).

Valorando en su dimensión, la propuesta de Luis Fernando Cueto (Chimbote, 1964), de que todos los escritores son universales, no hay locales, regionales y nacionales (Conferencia en la Universidad Santiago Antúnez de Mayolo, Huaraz, abril 2023), tenemos que:

Soliloquio del Cuarto Oscuro, por la intensidad del discurso, sus temas de la soledad y el aislamiento, nos convoca a La Casa de Asterión (1947) de Jorge Luis Borges (1899- 1986).

Y por el narrador invisible, omnisciente y contenido existencialista, a La Caída (1956) de Albert Camus (1913-1960).

Comentarios

Entradas populares de este blog

Los Días y El Viento

Creencias populares en la obra de Adolfo Alva Lescano

Esthefany Cardoso, vuelve a los escenarios