La Felicidad en BALADA PARA LOS ARCÁNGELES, de Luis Fernando Cueto


 


En  la excelente novela, Balada para los arcángeles (Grupo Editorial PEISA S.A.C., Lima, 2019) de Luis Fernando Cueto (Chimbote, 1964), aparte del tema de la guerra, otro tesoro de exploración es aquel estado de gracia, tranquilidad, gozo y alegría que los seres humanos, llamamos felicidad.

Aristóteles, (384 a.C.-322 a.C.), sentía que la felicidad es la autorrealización de las personas. (La felicidad en Aristóteles: fin contemplación y deseo, Dialnet https://dialnet.unirioja.es › servlet › articulo, 2019).

El Nobel 2010, Mario Vargas Llosa, refirió que “la felicidad sólo es un estado transitorio y no un estado permanente, tengo la sospecha que sólo los más tontos son felices todo el tiempo, porque han llegado a un estado de resignación y aceptación de la vida, lo hermoso es que tenemos momentos que nos desagravian de los momentos que no fuimos felices” (La Verdad https://www.laverdad.es › mas-actualidad › cultura ).

Uno labora satisfecho, cumple metas en el hogar, familia, y sociedad; pero suceden casos adversos que desequilibran en lo físico y  emocional. La frustración, el desánimo se apodera de la persona.

En Balada para los arcángeles, la partera Raymunda Lucero, a Evangelina del Bosque, le dice: “Es que la vida es así, siempre ha sido así, precisamente en eso consiste las reglas de este juego. La felicidad es huidiza, a las justas se deja tocar con la yema de los dedos, y enseguida desaparece.

Pero al menos, tú lo intentas, mujer, te caes, te rompes la cabeza, y te vuelves a levantar, una y otra vez. Tú cumples con la vida, participas de su juego, y eso es lo que en el fondo, tiene verdadero valor” (pág. 72).

Evangelina del Bosque, se había descorazonado, porque adoptó y había prometido cuidar a un párvulo; pero murió a consecuencia de la guerra. Después se le repitió la pena y agudizó su afecto, al enterarse que su hijo, Juan de Dios Díaz, la dejó para hacer su vida lejos y en los frentes de batalla.

Por eso, ella pensaba que no había nacido para ser feliz, le pasaba cada cosa, que la sentaba en el desánimo. La felicidad es huidiza, también la perfección, reconocía el viejo maestro pintor Erasmo Sotero Porras (+); no son eternas, no siempre van de la mano con el gusto y espacio terrestre. (En las fotografía, de izquierda a derecha, el crítico literario, Segundo Castro y el escritor, Luis Fernando Cueto. Y la invitación a la presentación de su último volumen La rebelión, en Huaraz).


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