CONTADOR DE CADÁVERES
De broma, decíamos,
que los amigos, afectados por el sistema nervioso, deberían contar
combis, para que se tranquilicen. ¿Qué es de Andrés?, está más calmado, anotó,
quinientas unidades durante el día. Mañana le dan de alta. Y ante una
imposibilidad diversa, se refería, “anda a peinar calaveras”.
El Dr. Eduardo Quirós Sánchez (+), mencionaba en clase de
Periodismo, que hacia 1950, “La Industria”, sacó dos ediciones en un día,
detallaba la muerte de una persona a manos de su pareja homosexual, quien lo
descuartizó, en pedacitos, depositó en un maletín y lo trasladaba como
equipaje.
Estos decires y hechos eran de impacto y sacudían la
sensibilidad de los hombres y mujeres de aquel tiempo; con los años se ha
vuelto una rutina la pérdida de humanos.
En el cuento inicial, El Río, del libro La rebelión
(Asociación Peruano Japonesa. Fondo Editorial Lima 2023) de Luis Fernando
Cueto, con las aproximaciones del caso, el personaje principal se dedicaba al
extraño oficio de contar cadáveres en el río Huallaga.
Era tanta su destreza y capacidad de observación, una de las
técnicas utilizadas en investigación de ciencias sociales, que los describía
con precisión” Si vestían trusa y polo o llevaban jean y camisa, si aún
conservaban los ojos o ya lo habían comido los peces, si iban de espaldas o de
cara al cielo. Y hasta se atrevía a dar las causas del deceso: de un tiro en la
cabeza por soplón…” (pág. 10).
La gente se conmocionó y se enteró de dicha labor, debido a
que un niño encontró la libreta de apuntes del difunto. Nunca se supo la
verdad. El autor enfoca la rareza de los originarios y la vida, y su capacidad
rápida de fabulación, a través de conjeturas e historias para justificar los
hechos de lo cotidiano.
Luis Fernando Cueto, destaca por la solidez de su estructura
y la aprehensión de la idiosincrasia, actores, escenario, actividades y habla
de la comunidad. Cada relato tiene su propio mundo y su propia vivencia, como
debe ser. Y si mal no recuerdo,
retrotrae a Hemingway, el de El Viejo y el mar, al perennizar “al calamar hay que
comerlo en su tinta”, significando que cada creación tiene su pulso y
temperatura particular.
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