Los sesenta y tres años de El Coronel…

 

“Por sus novelas y cuentos, donde lo fantástico y lo real se funden en la compleja riqueza de un universo poético que refleja la vida y conflictos de un continente”.

ACADEMIA SUECA

Pasarán nuevos años. El dormitorio siempre será demasiado estrecho para la respiración de la esposa vieja y asmática del Coronel. Agustín, el hijo difunto a quien le apasionaba la armónica continuará mirando al gallo alimentado por la pobreza de sus padres.

En el recuerdo quedará el honor y la gloria de una guerra, cuyo tributo será la pensión ilusoria de todos los viernes, durante muchos calendarios.

Don Sabas, ostentoso y deshonrado, además rico y orgulloso, exhibirá sus bienes materiales, no del buen trabajo son adquirido por malas artes, escudándose en la burocracia de su país.

Puntualmente el Coronel acudirá al correo, en medio de la agonía para ver si el fin de semana le trae la esperanza y salvación, también para leer las noticias junto al médico las informaciones prohibidas por la dictadura militar de turno.

A sesenta y tres años, se publicó en 1961, de El Coronel no tiene quien le escriba, del Nobel 1982, Gabriel García Márquez (+), sigue lleno de pálpito el retrato de aquel viejo uniformado retirado, que cada viernes iba al correo a recibir la documentación de su pensión, que nunca llegó, y escuchaba de respuesta, el Coronel no tiene quien le escriba. En señal de indiferencia e injusticia.

Narra las decepciones de una pareja de esposos, en un universo sórdido, violento; atormentados por el recuerdo de su hijo Agustín, aficionado a los gallos y asesinado por distribuir propaganda clandestina, justo cuando salía del coliseo, en el que se cotejaban dichos animalitos.

La obra refleja la situación económica angustiante, para pedir al fiado;  se suavizan los gestos, se cambia  la voz y se ruega, en una acción similar al lamento. “El Coronel tuvo que apretar los dientes muchas veces para solicitar crédito en las tiendas vecinas. Es hasta la semana entrante, es una platita que ha debido llegarme desde el viernes”.

Por la orfandad extrema, la esposa del militar, expresa: “Varias veces he puesto a hervir piedras, para que los vecinos no sepan que tenemos muchos días  de no poner la olla”. Y él tuvo que renunciar al uso de la corbata porque “la camisa de color antigua, dura como un cartón, se cerraba con un botón de cobre, que servía para sostener el cuello postizo pero estaba roto”.

También se expone a la dictadura, acción reprobada del oscurantismo, se refleja en la censura de la información, cine y en el desarrollo cotidiano de la población. Leemos: “A las once sonó el clarín del toque de queda”. La ausencia de elecciones, originaba diálogos para la democracia; pero se desanimaban pues “estaban muy grandes para esperar al Mesías”

Observamos, en otro aspecto, respeto a lo sagrado y a las costumbres de la población, a través de la meditación y el silencio, ante los velorios; asimismo razonamientos filosóficos, a través de dichos y refranes sabios. Por ejemplo, el que espera mucho, espera poco; lo único que llega con seguridad es la muerte, y la vida es la mejor cosa que se ha inventado.

El ser humano, todavía es una complejidad muy difícil de entender, se conoce que hay enamorados con varios años de compromiso; pero de la noche a la mañana eligen otro partido;  damas que se quedan esperando en el templo, sin que el novio llegue; matrimonios que duran una semana, un mes o un año; mujeres y hombres infieles, horas antes de comprometerse.

El Coronel, comprobó que cuarenta años de vida en común, de hambre en común, de sufrimientos comunes no le habían bastado para conocer a su esposa. Sintió que algo había envejecido también en el amor.

El autor señaló que este era su mejor libro “sin lugar a dudas”, tuve que escribir CIEN AÑOS DE SOLEDAD, para que leyeran El Coronel… porque el libro no hacía carrera” (Variedades, La Crónica, Lima 1 de abril de 1979).

El Coronel no tiene quien le escriba (Ed. Hyspamérica,  Argentina 1982, 153 pp.) es una lección que permanecerá en la conciencia para superar la pobreza y practicar los refranes sabios y llenos de ejemplo; aunque la nostalgia y la soledad, cale en el nervio más hondo y doloroso del ser humano.

(Nada, para el Coronel, publicado  originalmente en el suplemento Dominical de La Industria de Trujillo, 16 junio 1991)

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