PAZ Y LOYOLA (2021)

 


En la narración, Paz  Y Loyola, (2021), Guillermo Salvador Saldarriaga   presenta disquisiciones sobre la incorrecta escritura, la función de un buen Estado y la vida natural y social de los amantes de las letras, que linda a veces con los celos y la mezquindad, agrupados en un equipo contestatario, llamado Maphiosos.

Una muestra del escenario de los hechos, refleja la vida de los intelectuales, sus gustos y preferencias. Leamos:” Las bombillas amarillas de Paz y Loyola dejaban traslucir pequeñas franjas en los muros donde se mostraban carteles de Yellow Submarine de The Beatles y la pirámide de Pink Floyd.

Cerca de un metro o metro y medio de distancia desde donde nos ubicábamos una de las mujeres, la de cabello rojizo dijo algo al vejete, que pronto supe que se llamaba Charles, quien se llevaba un puro a la boca como Marlon Brandon en El Padrino.

Me quedé mirando al hombre, pensando en su divina suerte de poseer bellas mujeres, al mismo tiempo que veía a Paul jugueteando con su saco, creo que se le había salido un botón o se le había manchado uno de los bolsillos…”

La lentitud de Estado y su ausencia e ineficacia siempre se ha cuestionado, desde César Vallejo: …señor ministro hasta cuando la salud.. Y por José Carlos Mariátegui, en sus diversas obras, Sobre el Estado, Peruanicemos al Perú, El Problema de la Tierra, y otras.

En el texto que nos aboca, se comenta “Dilucidé que esa situación no cambiaría, salvo que la cabeza, el presidente de la República, convocara a gente proba y de calidad técnica y profesional en vez de personas que por el amiguismo o el tarjetazo poblaban los diversos estamentos del Estado, sin aportar en nada al desarrollo de la sociedad...

Paúl, uno de los personajes, inquisidor y distinguido por su producción literaria, a pesar que era mal autor, no tenía fe a Los Maphiosos, se burlaba. Y como respuesta, encuentra un final triste:

“Pegado de rodillas a la pared llena de hollín entre sombras perpetuas y con los brazos, raspados y rojizos sobre el polvo, tomé un respiro rápido y me acerqué a Paul. No tenía más tiempo que perder. Le estrellé unas cuántas piedras en los ojos, que lo hicieron estremecer y gritar como un enloquecido.

A pesar de ello, tuvo tiempo para mirarme y nombrarme de nuevo mientras se cubría con las manos las líneas sanguinolentas que brotaban de su rostro; sin embargo, ya no me pudo mirar ni nombrar más, le apliqué un tacle sobre el estómago, unos cuántos zarandeos sobre las piernas y un codazo sobre el cráneo…”

Guillermo Salvador Saldarriaga, profesional en las comunicaciones, y adentrado en la escritura, explora en cada entrega, ya en poesía o narración, nuevas posibilidades de inventiva, ya en escenarios, hechos y personajes. Lo que amplía su trabajo y potencia su experiencia, para proseguir con nuevos temas, que alcanzarán, con el tiempo y la práctica la madurez correspondiente. Un abrazo Guillermo y adelante.

 

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