El Mito en la Obra de José Watanabe Laredo, 17-03-45-Lima 25.04.2007-(1)


Todos los pueblos del mundo, cualquiera sea su ideología o cultura, poseen una tradición oral (J. Osterling 1980). O sea folklore (mitos, relatos leyendas),  costumbres, que con el tiempo, se transmiten de generación en generación.
En las zonas agrarias y urbanas fluyen de manera espontánea y natural aquellos relatos en que los migrantes conservan su imaginería original o recreada, pero que en esta era llamada globalización están en peligro de perderse. Es una característica de la vida del poblado relucir dicha tradición en reuniones sociales y amicales

Referimos el Mito con la poesía de Watanabe; el portal www.wordeference.com,(24.04.16) define al mito como un conjunto de creencias e imágenes idealizadas que se forman alrededor de un personaje o fenómeno y que lo convierte en modelo o prototipo. O sea una invención o fantasía.

Y en el Diccionario de Ciencias de la Educación (2,000),  mito es la formulación o versión legendaria en que los fenómenos de la naturaleza, la vida social y la cultura son representados mediante imágenes o personificaciones engendradas por la fantasía popular.

En Laredo escuchamos muchos mitos como “El Pacto con el Diablo”, que narra la ambición del dueño de la hacienda para poseer más dinero; se desaparecía los atardeceres de los días miércoles y viernes, internándose en los cerros de Santo Domingo y Quirihuac, porque tenía un pacto con el diablo.

Fieros perros negros lo acompañaban en estas excursiones. Ya entrada la noche regresaba fortalecido de espíritu y cargaba en sus caballos visibles bultos, que identificaban las antiguas talegas de oro y plata. Los trabajadores murmuraban que era protegido por Lucifer y el día de su muerte desapareció el cadáver del cajón .

Y tuvieron que ponerlo plantas de plátanos para simular el peso. Era fines del siglo XIX y comienzos del XX. Como este relato hay La Leyenda del hombre encadenado, El Ahogado, El niño llorón, la leyenda del cerro encantado, el linternudo, la Novia, el diablo y la virgen y otras más.

Precisamente en Mi Escuela, José narra el recorrido que hacía para estudiar, se desplazaba por la tapia que iba paralela a la acequia La Isla, donde hoy es La Alameda. Su madre les regañaba “estos haraganes”, decía; se levantaban y empezaba la palea para ganar el depósito para el agua y asearse.

Y describe que a la muerte del patrono de la escuela don José Ignacio Chopitea, tuvieron que echarle plantas de plátano al cajón porque su cuerpo se desapareció, que se lo llevó el diablo a cambio de darle mucho dinero al hacendado.

Nuestra madre Ricardina, que en paz descanse, siempre recomendaba que jamás debiéramos acostarnos de sed porque la cabeza abandonaba el cuerpo y se iba a beber agua, volaba por la casa y era peligroso porque pudiéramos amanecer sin dicha parte del organismo. Igual relato hizo Dora, hermana de Watanabe al Dr. Camilo Fernández, estudioso de la obra del autor de El Guardián del Hielo.
Basado en este hecho, José escribió “Interior del Hospital”, en el que se menciona la cabeza volando:
 veces siento el paso de una realidad primera y prodigiosa
Y me encojo
Para que no se lleve mi cabeza, o la seccione
En Berlín una cabeza volando es cosa indiferente
En mi pueblo es un mito peligroso.

El aeda diferencia la frialdad e indiferencia de los médicos y tecnología médica de Alemania, que realizan estos actos repetitivos, sin advertir tal vez, el sentimiento de los pacientes. El autor viajó a Alemania para tratarse de un mal grave y en el hospital, a pesar de su dolencia aprovechó el lugar como centro de inspiración. También expresa la voz del migrante, desde Laredo hasta Alemania.
Otro ejemplo de migración es “Nuestra Leona”;

Sé que el sol va y viene, inquieto, husmeándome
Entre los cañaverales
Sé que se demora en el cenit mirando ansiosamente
El valle
El sol era nuestra leona
Un aliento cálido me envuelve siendo aquí, en Baja Sajonia, invierno
Es la imagen creando un espacio en mi cuerpo enfermo
Es el sol que me husmea como a hijo falto,
Allá en el norte de mi país.

Se puede apreciar el recuerdo del autor en sus andanzas por los campos de caña de azúcar, su niñez andariega, traviesa por el río Moche, por Chanchamayo, bajo el astro rey, cuyo ocaso era el aviso del regreso al pueblo.

El sol es también su protección, su solidaridad, su apoyo; pero que el poeta lo ha transformado en sustantivo femenino, para dar a entender que es su madre: El sol era nuestra leona, dice.
Por eso echa de menos el cariño de su madre  y la preocupación del vástago ausente: Es el sol que me husme como a hijo falto, allá en el norte de mi país, señala.

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