Vida después de la muerte en los cuentos de Gerson Ramírez

 Héroe de Gerson Ramírez Ávila, se remonta a la educación secundaria, a la adolescencia, cuando los descontentos se resolvían mediante una pelea, acordada en decencia y estrechada de mano. La bronca se originó por un escupitajo en los zapatos de Yuca, suponiendo a Samuel, de autor; y lo reta a golpes.

El favoritismo con barra incluida era para Yuca ante la parquedad de Samuel; quien al final gana, “cayó dos veces y dos veces se puso de pie, lo escupieron con desplante y él lo hizo con ira, hincharon sus pómulos y él partió los labios de su rival. (p. 6). El relato es breve, sencillo  y contado por un sujeto omnisciente.

La edad es el tiempo del despertar, la malicia del amor y la sexualidad, de los ideales y la esperanza que se solidifica en la juventud y la Universidad, De ahí que siempre se echa de menos a la promoción y a los amigos de la media, sus anécdotas y chacotas, se recuerdo al docente más serio y más amigo.

Hay un aproximado de seis millones de alumnos secundarios en el país, hoy diferenciados por la pandemia y cuya educación depende las plataformas, con mayor dificultad, los del campo, cuya señal de la internet, no tiene fácil cobertura.

El relato es el primero del libro “Héroe y otros cuentos”, conformado también por Los tres potajes del ti Pancho, Chicha, y Peoncito. El segundo, Los Tres Potajes del Tío Pancho, ofrece un proceso de simbiosis y transformación de ave a ser humano, en un universo rural; además sucede el principio del eterno retorno.

El personaje Pancho  viene del más allá al más acá, como refiere Diomedes Morales, y convertido en algunos tipos de aves: lechuza, guardacaballo, peche rojo y chisco, para solicitar a su esposa Zulema, ciertos antojos como dulce de guayabas, Chiclayo y chicha de ciruela. Y quien señaló:

“-¡Qué quieres! –le dijo sin dejar de atizar el fuego; más molesta que asustada, porque ya era muy vieja para estar teniéndoles miedo a los difuntos. (pág. 7). La esposa cargada por los años, decide irse con el compañero -Ya tengo  Ochenta y dos años, Francisco y a veces me siento muy cansada, ¡No quieres que te acompañe  (pág. 13). Y él le contesta: esta noche échate en mi hamaca y mañana me verás (pág.14).

El ambiente es rural, la campiña y los acontecimientos se dan de lo más natural, como el regreso de la muerte para satisfacer apetitos postergados en vida y queriendo más a la tierra, “aparecen cualquier día en lo que fueron sus chacras y se alegran de su nieto que aún cultiva la tierra. Él llega convertido en chisco; y ella, en una hermosa cucula”. (pág. 14).

Así pasan con los personajes de Juan Rulfo, retornan los difuntos, pero no transformados. El ciudadano José Palma Trujillo, relata que una persona regresó de la tumba para dar a su esposa el número de una cuenta corriente y el nombre del banco, de un dinero abundante, que el fallecido mantuvo oculto en vida terrenal.

El amor profundo de Pancho y Zulema y el cariño al agro, genera una corriente del eterno retorno, regresan a la tierra convertidos en aves para apreciar el trabajo del nieto en aquel verdor inacabable, cuya agua cristalina acaricia el polvo del huerto amado. Igual que el renacer del ave fénix, desde las cenizas.

En Chicha, se expresa el amor desmedido de la madre Antuca hacia su hijo Artemio, quien mató a un hombre y cercenó una oreja a la autora de sus días. Ella llevó comida y chicha, al hijo escondido en el cañaveral, quien no advirtió el incendio. “Se había quedado dormido soñando con Antuca que, todavía niño, viéndolo llorar, le tendía sus brazos”. 

El cuento final, Peoncito, retrata los celos y la venganza; el esposo advertido de infidelidad por propios labios, asesina a la esposa. “Ya ves peoncito, diez años de cárcel no matan a nadie; en cambio tú, sólo eres una cruz polvorienta en este camino, porque la boca si mata” (p. 19).

El libro corresponde al Plan Lector Popular Secundaria, conformado por veinte ejemplares, con autores reconocidos en la nación, y editado por Triskel (Trujillo, 2020) de Paolo Zavaleta Sánchez, selección de Carlos Santa María Ruiz y la dirección gráfica de Óscar Alarcón Prieto.

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