Distinciones y amor por la lectura

El escritor de ensayo y ficción, Mario Vargas Llosa (Arequipa, 1936), fue condecorado con el Nobel de Literatura, el pasado 7 de octubre por la Academia Sueca. Honor glorioso y universal para quienes empeñan su vida, sacrifican y lo dan todo a cambio desmedido de imaginar historias reales y quimeras, consagrándose en cuerpo y alma a pincelar el abuso de poder, autoritarismo, militarismo y fanatismo político, calando en la hondura del ser por la exposición de su técnica, diálogo filosófico y escenario impresionante.

Al líder lo acompaña un espíritu grandioso y vivificante, es aquella fuerza sicomotora, única, propia de las personas sencillas, comunes y corrientes, que se proponen alcanzar una meta y lo consiguieron, con un 95 por ciento de transpiración y un 5 de inspiración, conforme decía el sabio Thomas Alva Edison, autor de más de 100 inventos conocidos (el fonógrafo, el foco, etc.). La clave es dejar la pasividad, no esperar la fama en casa; sino salir a buscarla, tocar puertas y recibir manos y manos, voces y voces de apoyo y estímulo.

Desde su juventud, el autor de “La Ciudad y Los Perros” fue un acérrimo defensor de la disciplina literaria y el estudio constante, única vía que garantizan la calidad académica y la destreza para llegar al triunfo; desterró los mitos de que el autor debe sufrir para escribir o estar rodeado de alcohol para inventar. Males que derribaron a incipientes narradores; pues con hambre y ebrio, jamás se puede crear maravillosamente. Hay que producir todos los días y no sólo fines de semana.

Nuestro valor nacional, fue periodista igual que el deslumbrante y querido Gabriel García Márquez (Aracataca, Colombia, 1927). Destacó por la pulcritud de sus escritos, y claridad de ideas. Si bien el periodismo está a un paso de la literatura, debemos guardar la diferencia; la frialdad natural del primero. Y la calidez y magia de la segunda. Para ambos, se necesita leer, leer y leer; que influye en el trabajo diario, y el sacrificio continuo de escribir y redactar cada vez mejor.

El hábito de lectura se inicia como un juego, desde la niñez, dice el autor de “Cien Años de Soledad”, de padres lectores también surgen hijos lectores, recuerda. La lectura sensibiliza y ayuda a exponer con claridad las ideas, preconiza Sánchez Lion, estimula y profundiza el pensamiento. Sobre todo, refresca el cerebro, manteniendo los reflejos expeditos para iniciar la jornada cotidiana con más fortaleza espiritual y en mejores condiciones físicas, que es lo deseable en la batalla de la vida y el diario escribir.

Apreciamos, ahora, a una juventud muy frágil y vulnerable para la lectura; más inclinada a las redes sociales y el internet. Sólo copiar y cortar, copiar y cortar, con la complacencia de algunos docentes, que sin enterarse de la situación e investigación, abalan dichas acciones no alentadoras del todo, pues el esfuerzo ha sido solamente físico y no mental. Y lo que se propone es potenciar, fortalecer y mantener saludablemente y en buenas condiciones intelectuales y físicas la predisposición por la llama sorpresiva de indagar en los textos.

Lo negativo del internet es que disminuye la habilidad relacionada con la memoria y el aprendizaje. Así, Nicholas Carr, autor de “Aguas superficiales: lo que el internet le está haciendo a nuestros cerebros”, señala que la tecnología y en particular el internet, tienen un efecto duradero en nuestro cerebro y altera nuestra capacidad de realizar determinadas tareas. En su opinión, cuando más fácil llegar a los sitios web, menos capaces somos de aprender.
Reempecemos a vivir, retomemos la lectura sabia y esperanzadora, aquella que nos abre las puertas a otras instancias y ayudan a solucionar los impases que se presentan en el universo. Un libro abierto es un amigo que llama, un libro cerrado es un amigo que espera,. Hagamos de los textos, lo mejor de nuestra amistad; sólo después de haber examinado un volumen, uno se siente diferente y aprecia la existencia con ojos más sabios, más sabedores; fortalecemos nuestra personalidad y usamos apropiadamente la palabra, gracias al aporte irreemplazable de la lectura.

Hace muchos años, mi hermano Segundo Castro García, aún estudiante de Educación en la especialidad de Literatura en la UNT, se lamentaba en octubre, mes de los ganadores del Nobel, ¿Por qué no le darán, por qué no le darán?, se interrogaba. Y con mucha unción y alto respeto, me comentaba el aporte de la obra de Mario Vargas Llosa: temas contra el fanatismo autoritarismo, militarismo, abusos de poder y la ruptura de tabús sociales, mediocres y arribistas de los dictadores políticos. Y el dominio impecable de su técnica y la introducción de los nuevos elementos literarios de la época.

Luego se marchó a Huaraz, los años continuaron, y llegó a la San Marcos, para hacer el doctorado, y estar en mejor disposición en la UNASAM, done labora. Temprano, lo llamé para compartir la alegría, aquel 7 de octubre; pero ya había partido a clase. Ha estado muy alegre mi papá, me dijo su vástago Toñito, en edad ya de retar a la universidad. Se alegró mucho por el premio de Mario Vargas Llosa, recalcó.

Qué bueno que haya sido así, porque termina una de sus preocupaciones literarias. Y su felicidad se ha prolongado hasta la justicia con uno de sus autores favoritos y a quien admiraba en hondura, leyéndolo desde iniciada la tarde hasta el alba del día siguiente, para con toda ilusión, empuñar sus cuadernos e ir a escuchar al Dr. González Villaverde (+), de quien aprendió la rectitud y el provecho de la lectura, para el secreto del triunfo.

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