Ese camino existe


Ese camino existe


Ese Camino Existe, (Ed. Trascender, Lima 2017) novela de factura mayor, de corte social, política y antropológica del chimbotano  Luis Fernando Cueto, evidencia la masacre, muerte civil y militar entre el ejército y la guerrilla, en Ayacucho de 1980. Reviven métodos opuestos a la vida; abre polémica para auscultar en cual grupo humano el desquiciamiento mental es más grave.
Cuestiona y valora la inocencia de los indiferentes, ligados de pronto a estos hechos funestos e incivilizados. Como en toda excelente narración está presente el amor, entre Perpetua y Cubo; y la música, simbolizada por el bandolinista Curco, que asimismo representa la soledad; añade también el tema de la esperanza y libertad, tan consustancial y deseable en la existencia.
El militar Buldozer, representa al Estado y es el oficial responsable de los castigos físicos para hallar terrucos, (alzados en armas), provocar desapariciones  y ejecutar descuartizamientos. Los detenidos casi siempre no tenían culpa;  morían  y lo sepultaban en un tunal. Mientras el cielo y las nubes aparecían  como fieles e inseparables  compañeros. Leamos:
“Unas horas después, entrada la tarde, los hombres del capitán Shogún, (se ponía un collar de veinte orejas, como trofeos), se retiraban de Wiracocha. Detrás de ellos, una decena de cadáveres había quedado tendida en medio de la calle principal. Más que el dolor, lo que realmente embargaba al pueblo era la angustia e incertidumbre de  no saber  por qué  motivo había ocurrido la masacre…
Capitán Shogún dejó muertos regados por anexos, caseríos, aldeas y pequeñas comunidades (…) Después de haber enterrado los cadáveres de cinco marinos, de los tres forasteros y del opa (idiota) Carmelo, el pelotón se alineó en el camino que marcaba la salida. Ese  desolado lugar  donde la muerte y el terror habían desterrado a la vida”. (Pág. 220).
Por lo que tal vez, nació la histórica Flor de Retama: “Por cinco esquinas  los sinchis, entrando están, van a matar estudiantes huantinos de corazón, amarillito, amarillando flor de retama. Van a matar a campesinos, huantinos de corazón, amarillito, amarillando flor de retama. La sangre del pueblo tiene rico perfume, huele a  jazmines, violetas, geranios y margaritas, a  pólvora y dinamita…”
El líder de la tropa rebelde, camarada Rodrigo, conformada por una treintena entre hombres y mujeres, poseían sólo un revolver, una carabina vieja, machetes, y derramada  estupidez para hacer la revolución. Adolescentes y campesinas maduras eran obligadas a la adhesión y eran prisioneros para efectuar la transformación. Mataban a la gente  que “defendían”:
“-Señores, el Partido Comunista Sendero Luminoso los ha condenado  a muerte. Los diez mejores hombres de este pueblo, por haber delatado al profesor Demetrio Orejuela y provocado su asesinato, van a correr la misma suerte. Los atacaron por la espalda a machetazos. No se escuchó un solo disparo,  fueron macheteados una y otra vez, después de muertos” (pág. 93 y 94).
Luis Fernando Cueto ratifica sus potencialidades como buen narrador, y fino poeta sensitivo, imprime una estructura sólida, para continuar la lectura e identificarse con los personajes en la magia de la palabra creativa. A decir de Oswaldo Reynoso (+), “es la mejor novela que se ha escrito sobre la violencia en los últimos años”. Y que generó casi 70 mil muertos, señalado por Bennet.



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