Watanabe regresó a Laredo




Aquella mañana memorable y sentida de 1983, José Watanabe (Laredo 1945-Lima 2007), iba y venía instruyendo a los actores y ordenando la escenografía, de vez en cuando  exhalaba el humo claro del cigarro blanco y siempre al lado de Walter Marquina, quien junto a su hermano Gastón habían sido vecinos y amigos de niñez.

Wata como le decían amigos del colegio San Juan, regresó triunfante y feliz al pueblo, inspiración permanente de su obra, ya por la campiña, ya por la migración, ya por el  mestizaje de los andinos y costeños, conforme declaró años después al investigador César Figueroa. Y regresó para la filmación de su guión “Ojos de Perro”, que relata las luchas sindicales de los azucareros del siglo XX.

Avanzado el tiempo, la Asociación Universitaria Laredina, con el presidente, entonces estudiante Gerson Ramírez Ávila, hoy destacado escritor y docente respetable en la UPN, lideraron en vida el reconocimiento  a un hijo del pueblo que triunfa, sensibiliza y brinda amor mediante las Letras al país y otras ciudades latinoamericana; enseñando que sí existe Laredo del Perú.

Y como ayer, el Movimiento Cultural José María Arguedas, con tantos años en el arte y expresiones creativas, coordinó junto a otras instituciones el homenaje como guionista de cine a nuestro hermano mayor en poesía, José Watanabe Varas. La convocatoria del pasado  sábado 22 de octubre en la Plaza de Armas de Laredo resultó generosa para revivir al autor de Historia Natural.

Recordamos al director Alberto Durant; la actriz Bertha Malabrigo, al poeta y editor Alejandro Benavides, Pepe lucho Blas, Petrucho Bocanegra; al maestro Mario Alcántara, los actores espontáneos Mosho Taboada, Marcial Vargas (carbonero) ya en el cielo, al chino Merino, la señora Dolores Quezada, que contribuyeron a la cristalización del proyecto.

José María Salcedo, hizo de patrón y aquella época escribía la columna El trotar de las ratas en el suplemento El Caballo Rojo del diario de Marka, sugestionándose, según su pluma, por la metamorfosis del pasado, ya que el hacendado al momento de arrojar unas monedas, recibió el agradecimiento real de un anciano como el ayer.

David Novoa apeló al fuego de la poesía a través del amor y la vida; Carlos Alva siguió el camino. Interesante las palabras de Alberto Moya sobre Watanabe, la esperanza del cine, los premiados y nuevos exponentes del corto de Gerardo Cailloma y las históricas palabras del alcalde Javier Rodríguez. Brilló otra vez, el corazón de Pepe, y de sus paisanos Andrés y Amaro, aunque tristes porque no vieron el rostro de José junto a la biblioteca, que permanece cerrada por las noches.

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